Quince minutos después volvíamos a tomar tierra en una pista olvidada de estos mundos de Dios cercana a la aldea de Mansukún. Éramos de nuevo la atracción de niños y mayores, muchos de los cuales no sabían tan siquiera hablar una palabra de español. Tuve el honor de pasar dos noches en este magnífico alojamiento que todavía se encontraba sin abrir al público. Los mercaderes tienen tan estudiado al comprador que si uno es un poco observador percibe que la posibilidad de obtener un precio muy satisfactorio no es fácil.
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