Cuando los europeos llegaron a América, quedaron tan fascinados con el chicle, que decidieron explotar los bosques de zapote para sacarles el prodigioso látex con el fin de elaborar chicle para el comercio. Hace siglos, los mayas descubrieron que si se exponía el látex de esta planta al calor se convertía en una sustancia con consistencia parecida al caucho, que al ser masticada liberaba progresivamente un sabor dulce.
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