La sangre no llegó al río ni siquiera cuando Godofredo de Bouillon y su hueste atacaron las murallas de Constantinopla en 1096. La sola presencia de varegos armados hasta los dientes ante los cruzados contuvo a éstos, que fueron expulsados de la ciudad y trasladados con gran celeridad y sin más contratiempos a Asia para que diesen comienzo a su tan ansiada cruzada. La Guardia Varega luchó encarnizadamente y se convirtió en la única defensa y esperanza de Constantinopla durante la Cuarta Cruzada contra los cristianos desde el primer momento en que éstos hicieron acto de presencia y atacaron la ciudad el 5 de julio de 1203 en la defensa de la Torre Gálata hasta la madrugada del 13 de abril de 1204 cuando Constantinopla sucumbió a la barbarie cruzada.
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